jueves, 15 de diciembre de 2011

Deporte y superación: Javier Ochoa

Os voy a contar una historia triste e impresionante.

Hace pocos meses tuve la gran fortuna de conocer a uno de mis ídolos, Javier Ochoa. Deportista paralímpico ejemplar que rueda en su bicicleta mejor que cualquier "sano".

El marco era incomparable, vino a comer a mi pueblo y estuve asando chuletas con él mientras me contaba sus vivencias. Lo tenía todo para mí y "vaya si lo aproveche", como le dije a su tio Iñaki, que en paz descanse.

La historia es dura, muy dura y comienza hace unos diez años cuando Javier, al que se le auguraba el mejor porvenir ciclista, entrenaba con su hermano por tierras malagueñas. Un cabrón, siento decirlo tan bruscamente, segó la vida de Ricardo y dejó muy lánguida la de mi amigo. Era uno de esos personajes que no respetan a otros miembros de la vía de tamaño menor que su lujosa berlina.

Javier se encontraba solo en el mundo, sin su querido hermano. Tal era su relación que el primero tenía un super contrato que desechó porque no daban trabajo a su hermano en el mismo equipo. Perdiendo dinero. ambos siguieron juntos hasta aquel desgraciado día en que murió el cuerpo pero permaneció inseparable el alma.

Tras la rehabilitación Javier se enfundó el maillot y comenzó a competir dejando su nombre grabado en oros olímpicos, mundiales y demás competiciones "menores" a éstas. Fue el deportista español más laureado de esa etapa y propios, como Alberto Contador o Rafael Nadal, y extraños le profesaban admiración.

Aquí estaba él, en mi casa, para desgranarme la parte negra de la historia. La prensa sensacionalista y morbosa andaba al acecho, los juicios no han hecho más que destruir a su familia, los amigos se iban con la misma facilidad que llegaban...y, solo había una cosa que le animaba a seguir, el deporte.

Nunca había conocido a una persona con un tesón tan encomiable, con un nivel de sufrimiento tan enorme, un GANADOR. Ambicioso y voluntarioso, hasta que me confesó lo peor. El cáncer le atacaba esta vez, deja el deporte por siempre y a nosotros, según él "pronto me iré". Casi hecho a llorar, pero debía permanecer fuerte ante una persona que me contaba sus penurias tambaleante con un bastón y titubeante como aquel que empieza a hablar. Solo le preocupaba su madre, pues su padre y tio tenían el mismo problema que él.

Después de contarme esto con una naturalidad pasmosa, me hablaba de deporte y más deporte. Es su pasión, lo que le hizo avanzar. Espero verle pronto, porque esta persona marcó aquel día mi personalidad para siempre.

                                                                                                Alberto Fernández Ruidíaz

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